sábado, 21 de noviembre de 2009

Esos ojos verdes, mi razón de vivir.

Todo ocurrió cuando me encontraba deambulando por las calles de mi ciudad, sin motivo ni rumbo conocido, con la única compañía de mis auriculares, que siempre iban allá donde yo. De repente me encontré con una chica con pinta de no tener, al igual que yo, ningún rumbo en particular, también con sus auriculares, en la acera enfrente mía. No s intercambiamos una mirada, que aunque duró escasos segundos, se me hizo eterna. Tras esa intensa mirada, seguí mi indeciso rumbo y ella hizo lo mismo. Me pareció una anécdota totalmente irrelevante y que se olvidaría de mi mente en un corto periodo de tiempo, hasta que a la hora en la que decidí acostarme a dormir, había algo que lo impedía. Era una imagen, la imagen de esa chica. Era una chica alta, , de pelo largo, que no destacaría demasiado por su atractivo si no hiciéramos hincapié en un detalle, quizá obviado por mucha gente, pero no por mí: Sus ojos, su mirada. Era una mirada que expresaba sensibilidad pero inquebrantabilidad. Era suave y dura al mismo tiempo. Era una mirada romántica, pero que denotaba una personalidad fuerte. Estoy seguro de que los ojos son el espejo del alma y, tras pensarlo, aún me gustaba más esa mirada si cabe. Los días siguientes me resultaron grises y vacíos. No podía concentrarme en nada, solamente dibujaba sin cesar la silueta de sus ojos verdes. Tras varios días de agonía, tomé la decisión, no importaba cuánto tuviera que esperar, de encontrarme con ella. La esperé cada día en el mismo lugar donde nos encontramos. Necesité 25 días de largo sufrimiento para poder volver a verla, y querría que la espera hubiera valido la pena, así que me dirigí a ella. Cuando me dirigí a hablarle a ella para presentarme, volví a mirarla a los ojos, y sentí que no podría pensar en otra cosa, que no podría enamorarme de ninguna otra persona, que no podría tener ningún objetivo en esta vida que no sea tenerla entre mis brazos hasta el final de nuestras vidas.
Finalmente me armé de valor y le dije:
Hola, creo que nos hemos visto alguna vez por aquí.
Ella se quitó el auricular, y tras oír a John Coltrane, saxofonista que me encantaba, le dije:
-Veo que te gusta el jazz.
-Si, así es – contestó- Coltrane es mi favorito. ¿Y el tuyo quién es?
Tras oír su voz, me quedé aún más hipnotizado con ella. Era una voz suave, pero con carácter, que terminaba de formar el magnífico equilibrio de personalidad que ella tenía. Aún sin perder el hechizo que padecía, le dije:
-Además de Coltrane, Thelonious Monk y Miles Davis.
Estuvimos charlando, conociéndonos mutuamente. Fue necesario, aunque no importante, ya que tras varias horas de charlar y de reír, me armé de valor aún más y le dije:
-Conozco un local de jazz en vivo, muy elegante, y además el pianista es muy bueno. Me pregunto, que si no tienes nada que hacer, si te gustaría que fuéramos.
Ella se dejó olvidado su carácter para hacer esta contestación. Dijo, con voz totalmente suave:
-Me encantaría.
Tras esa contestación, nos quedamos mirando a los ojos durante 10 minutos sin que, ni siquiera los transeúntes, ni los pájaros que aleteaban por el cielo de nuestra ciudad, fueran capaces de interrumpir nuestro silencio compartido. Cuando nos dimos cuenta que algún día tendríamos que dejarnos de mirar, dije:
-A las 21:30, en este mismo lugar, ¿te parece bien?
Allí estaré.
Tras esas palabras nos despedimos, aunque yo no podía dejar de mirarla hasta que desapareció tras varios segundos.
Esta cita ha sido mi objetivo durante todos estos largos días que la he esperado, y no podía dejar que se me escapara la oportunidad del amor de mi vida. Me compré el traje más elegante que encontré. Fui al local, reservé la mejor mesa que vi, y le pedí al pianista que le dedicara una canción a ella. El pianista aceptó encantado diciendo que por amor, lo que sea. Además, él me conocía de los largos ratos en los que he estado deleitándome con su música. Le dí las gracias y me despedí efusivamente de él. Compré unas flores, y hasta alquilé una limusina. Tras esta velada, no tendría casi dinero, pero de qué sirve el dinero, si no la tengo a ella. Era mi prueba de fuego, nada malo debía suceder. La amo con todas mis fuerzas y esta noche se lo iba a comunicar. A las 21:35 llego con la limusina, y la veo. Ella estaba mirando la esquina de la calle esperando que apareciera de allí. Iba preciosa. Llevaba un vestido azul claro, que resaltaba el color de sus preciosos ojos verdes.
Cuando terminé de contemplar su belleza, le pido al chófer que accione el claxon.
Ella se gira sorprendida, y se sorprende aún más al verme dentro de la limusina.
La saludo con un beso en la mejilla y le digo simplemente:
-Estás preciosa.
Ella me contesta:
-Gracias, tú estás muy elegante.
Tras varios minutos de charla llegamos al local de jazz. Era un local grande, elegante y bien cuidado, en donde se encontraban las mesas adornadas con unas velas y un bello clavel rojo. Las mesas estaban de frente con respecto a la posición del pianista. Nuestra mesa estaba apartada del ruido de la gente. Era lo más parecido a tener el local para nosotros dos.
Al poco tiempo de sentarnos, un camarero elegante y servicial nos pregunta qué queremos. Ella pide un Martini, y yo una ginebra. Solamente le di un par de sorbos a la copa. Necesitaba tener la mente despejada en una noche como ésta. Nos cogimos de la mano y nos deleitamos con este pianista. Ella me dijo:
-No exageraste para nada. Este pianista es muy bueno.
Me hizo sentir una sensación de satisfacción, comparable a la que debe sentir un montañista al escalar el Everest.
Ya casi al final de la actuación del pianista, éste dijo:
-Ahora va una canción dedicada a un buen amigo mío y a una chica de ojos verdes que le ha conquistado el corazón.
Sale de sus dedos una improvisación que yo no había escuchado en ninguna de las incontables ocasiones en la que he estado en este local. Ella me preguntó sin decir una sola palabra si era ella la chica de ojos verdes, yo asiento con la cabeza, y tras esa afirmación ella se acerca tanto a mí que podía sentir los latidos de su corazón, y ella los de mi corazón enamorado. La improvisación fue el mejor tema de los que he escuchado de este virtuoso. Ya al final, me acerco con ella de la mano hacia el pianista y le felicitamos por su grandiosa actuación. Él nos da las gracias, y ya cuando nos despedimos de él, me llama a mí solo y me susurra:
-Por amor, lo que sea.
Al salir del local, le pregunto a ella dónde vive y le pido al chofer que la lleve allí. Cuando llegamos, me bajo junto a ella. Cuando nos encontramos en su puerta, me dirijo a ella y le digo:
Estoy enamorado de tí desde el primer día que nos vimos. Debes saber que llevo esperándote todos los días hasta hoy en esa oscura calle donde compartimos una mirada. Desde que te conocí, los días que he estado sin tí han resultado vacíos, oscuros.
Mi unico objetivo en esta vida es tenerte y amarte más de lo que nunca he amado a nadie.
Hubo algo que hizo que dejara de decir lo que siento por ella. Eran sus ojos, que se acercaban cada vez más, y culminaron su acercamiento con un apasionante beso, que me hizo recordar la primera vez que nos vimos, y sobre todo, la primera vez que vi sus ojos.
Da igual que mañana yo muera, porque ya se ha cumplido mi objetivo, ya he cumplido mi razón de vivir.

(aunq c han cambiado cosas, el chiste es el mismo, loco por esos ojos....

1 comentario:

Maga dijo...

Bonita historia de amor...me dio mucha nostalgia.